
El estrés extremo o prolongado puede desencadenar un tipo de pérdida de cabello llamado efluvio telógeno, que ocurre cuando un número significativo de folículos pilosos entra prematuramente en la fase de reposo (telógena) y luego caen, resultando en adelgazamiento del cabello.
El estrés también puede desencadenar comportamientos compulsivos como arrancarse el cabello (tricotilomanía), lo que puede provocar pérdida de cabello localizada o generalizada.
El estrés crónico puede desencadenar cambios hormonales en el cuerpo, como un aumento en los niveles de cortisol, que pueden afectar el ciclo de crecimiento del cabello y contribuir a su pérdida.
El estrés puede provocar la constricción de los vasos sanguíneos, lo que reduce el suministro de nutrientes y oxígeno al cuero cabelludo, lo que a su vez puede afectar negativamente la salud del folículo piloso y el crecimiento del cabello.
Si bien es importante tener en cuenta que el estrés no es la única causa de la pérdida de cabello y que la genética, los factores hormonales y otros problemas de salud también pueden desempeñar un papel, abordar el estrés puede ser beneficioso para la salud general del cabello.
Reducir el estrés puede implicar técnicas de manejo del estrés como la meditación, el ejercicio regular, la terapia cognitivo-conductual, el tiempo de relajación, el establecimiento de límites saludables y la búsqueda de apoyo social. Si la pérdida de cabello relacionada con el estrés persiste o es preocupante, es importante hablar con un especialista para obtener orientación y tratamiento adicionales.
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